Viajes

No hace mucho que estoy viviendo en una nueva ciudad. En Burdeos, concretamente. Burdeos tiene la peculiaridad de estar asentada sobre un terreno que no permite la construcción de edificios altos, es raro ver alguno de más de tres plantas. Esto hace que crezca hacia el exterior de la ciudad y que el centro no acoja a un gran número de personas. También provoca un grave problema de alojamiento sumado a otros factores. Estos factores me han llevado a tener que desplazarme en transporte público durante varias horas al día. He de reconocer que al principio era bastante tedioso. A partir del tercer viaje te das cuenta de que todos y cada uno de ellos son distintos.

Todos empiezan igual, el conductor te desea que tengas un buen día. Levantas la mirada y, si tienes suerte, vislumbras un sitio libre en el que sentarte, al menos hasta que llegue alguien que lo necesite más que tú. Me gusta aprovechar para leer la prensa del día y así aprovechar el viaje. Hay días que tengo la suerte de disfrutar de Leila GuerrieroAntonio LucasJabois y Soto Ivars en el mismo trayecto. Otros me encuentro con ColmeneroDel PozoLeón Gross o Vicent. Estos días intento leer menos la prensa, creo que no soy el único al que la historia le llega a hastiar cuando se convierte en monotema. Por eso levanto la mirada del pequeño aparato que me conecta a la red y observo detenidamente a los demás pasajeros. A veces jugueteo imaginando las historias detrás de los rostros. Soy un apasionado de la amalgama de recuerdos que cargamos como la sombra, pero que permanece incluso cuando no hay luz. Así he descubierto que los autobuses son lugares ideales para los escritores. Imaginen, cientos de historias subiendo y bajando del vehículo a razón de cada parada. Siempre se han ensalzado los bares y los cafés cuando el termómetro más certero de la sociedad es el transporte público.

El autobús también es el mejor sitio dónde reflexionar, mirando la ventana. Es más, si los políticos de este país utilizasen más el transporte público estoy seguro de que tomarían mejores decisiones –también ayudaría que en vez de leer el Marca leyesen a Kant, pero eso sería mucho pedir–.

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