Los españoles ya no queremos ser funcionarios. Al menos, los estudiantes universitarios no. En tan sólo cinco años el porcentaje de alumnos que quieren trabajar para el Estado, previo paso por oposiciones, ha bajado de un 70% a un 25%. Quizá sea porque cada vez se convocan menos plazas, quizá porque se ha activado nuestro espíritu emprendedor, lo que está claro es que algo está cambiando. Si hace poco más de un mes el malagueño más internacional, Antonio Banderas, se quejaba en El Hormiguero de que en España queríamos ser funcionarios, hoy me lo imagino con su antifaz de El Zorro acariciando la espalda del Gato con Botas en su regazo, mientras murmura con una sonrisa en la boca, “así sí se hace un país, así sí se crece”.
Hubiese sido interesante añadir otra pregunta a esa encuesta: dónde quieren emprender estos jóvenes, o, mejor dicho, dónde creen que van a acabar emprendiendo. Lo único cierto hasta ahora es que la ‘fuga de cerebros’ (no la película rancia de Mario Casas, aunque también) sigue siendo uno de nuestros principales problemas. Tampoco ayuda que los autónomos aquí sean fustigados fiscalmente. En Alemania se pelean por nuestros ingenieros que llegan más preparados tras cuatro años de Grado, uno más de los que exigen allí, les ponemos un billete sin retorno y esperamos que ayuden a sus familiares que se quedan. Hemos vuelto a los 60s, con la única diferencia que por aquel entonces en vez de ingenieros, médicos y científicos se marcharon personas mucho menos preparadas.
Queremos implantar el horario inglés –el que nos corresponde por otra parte–, cuando no somos capaces de aprovechar el nuestro. El problema no es del huso horario, es de cómo se usen las horas que se trabajan, y en España las usamos deficientemente. A lo mejor esto sólo forma parte de un plan genial de nuestros dirigentes que pasa porque aprendan allí a usar bien el tiempo y vuelvan a España engañados por el olor a tortilla de patatas recién hecha e inviertan aquí el conocimiento y el dinero adquirido en las frías tierras al norte de los Pirineos.
Seguramente este cambio tras la crisis esté producido porque nos han metido en la cabeza que ya no hay trabajo, o te lo creas tú o te ves debajo de un puente con tus títulos de manta. Te lo repiten en el instituto, en la tele, en tu casa y hasta en las etiquetas del champú. Es difícil no acabar claudicando. Por lo que yo me pregunto, ¿realmente somos más emprendedores porque queremos, o porque es la idea que nos venden?