Un juego de niños

Los toros vuelven a Cataluña, o al menos eso ha dictado el Tribunal Constitucional. El 1 de enero de 2012 entró en vigor la ley que prohibía la llamada Fiesta Nacional. Es por todos sabido que esta decisión va más allá de la tauromaquia. Es, simplemente, una forma de decirle al Govern que no puede legislar como quiera en ciertos temas, que el procés no es sólo cosa suya y que el estado central y el Tribunal Constitucional tienen mucho que decir en Cataluña. En su Catalunya.
Es la manera más clara de decirle a Cataluña que por mucho que le pese el poder de decisión no reside en Barcelona, sino a 2 horas y media en AVE hacia el centro de la península. Desde el Parlament no han tardado en responder. Han pataleado cual niño enrrabietado al negarle su padre su última petición. En Cataluña están madurando su rebeldía adolescente después del intento de referéndum fallido. Ya están decidiendo el castigo de Artur por su «ataque de cojones» del 9-N. Cataluña es ahora mismo ese adolescente con acné y las hormonas por todo lo alto que exige más libertad a sus padres y estos se la niegan una y otra vez.
Esta etapa está siendo bastante difícil para Cataluña. Las gamberradas de los Pujol y Esquerra Republicana queriéndose llevar el 3% de los bocadillos de la cafetería le han pasado factura y cada vez los vigilan más de cerca. Tampoco ayuda la autoridad férrea e innegociable de Mariano, que se muestra intransigente con su rebeldía, parece no entender la adolescencia, él ya nació con canas. Su abuelo europeo tampoco le está mimando lo que debería, tiene otros nietos rebeldes y con acento británico que le dan más problemas últimamente. Tampoco ayuda que su tío húngaro no quiera aceptar las normas que marcan desde Bruselas. No le ha tocado un buen momento para vivir su adolescencia a Cataluña. Quién sabe si crecerá y se irá de casa, será una victima más de la crisis y dependerá de sus padres toda la vida o llegarán al acuerdo federal de volver de vez en cuando a comer y visitar a la familia.

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