El periodismo en general y el columnismo en particular llevan una semana en un polvorín continuo. El viernes en Málaga asistimos al debate entre el nuevo contenido y el antiguo, en lo que era una mesa redonda sobre la entrevista Jesús Quintero y Carlos Alsina se batieron en un duelo dialéctico que bien resume la brecha generacional del periodismo audiovisual de este país. Ni Teodoro León Gross ni Fernando Sánchez Dragó, ambos testigos de primera linea de trinchera, pudieron hacer nada por bajar la tensión de quienes defendían su postura con uñas y dientes más allá del respeto o la admiración profesional que se pudieran profesar.
El domingo siguiente el mundillo de la opinión en periódicos vio como Quique Peinado se mostraba tremandamente crítico contra el oficio que él mismo ejerce dos veces al mes en Papel. La entrevista que publicaba El Confidencial fue el tema del día entre las plumillas más avezadas. No era de extrañar cuando sus declaraciones rezaban «los columnistas somos el cáncer del periodismo español». Cuanto menos arriesgada esa afirmación en una época en la que la demoscopia, ente prácticamente infalible en tiempos pasados, baja su fiabilidad por cada encuesta que se publica. En una época en la que el infoentretenimiento es el género más leído por el consumidor. Ese mismo día el director de The Washington Post destacaba a El Español la importancia del columnismo para mantener y atraer al suscriptor. Eduardo Suárez restaba importancia a esas declaraciones haciéndonos ver las diferencias entre los medios a ambos lados del charco.
Dos días más tarde, el martes, en El Confidencial volvía a prender la llama del debate en la sección de opinión. Un artículo declaraba la muerte del columnismo de estrellas tal y como lo conocemos. Cuestionaba los lectores que podían tener Umbral, Javier Marías o Almudena Grandes, sin ahondar en que la importancia del lector de esos columnistas no está en su cantidad, está en su calidad. Si por cantidad de lectores se tratase los grandes periódicos se plantearían contratar a Belén Esteban como opinadora de cabecera pero, ¿estarían haciendo un buen producto cultural? Yo, que soy de los que abren el periódico por Opinión, podré decir orgulloso que leo a Manuel Alcántara, a Raúl del Pozo, a Vargas Llosa, a Manuel Vicent o a Rosa Montero. Y espero seguir diciendo orgulloso que leo, bien sea en papel o en digital, a Jorge Bustos, Jabois, Antonio Lucas, Jesús Nieto o a Soto Ivars, porque en sus firmas está gran parte del aporte del periódico a la cultura y a la literatura.