¿Es el boxeo un deporte?

Suena la campana. El árbitro da inicio al combate. Dos boxeadores chocan sus puños en señal de respeto. El silencio inunda la bancada de aficionados que presencian el combate. La tensión se nota en el aire. Todos los allí presentes son conscientes de la relevancia del acto. Da comienzo el único deporte que, según Manuel Alcántara, no se juega. “Nadie dice voy a jugar al boxeo, como se juega al golf o al fútbol”, asegura el poeta malagueño. Lo único que se juega en el boxeo es la integridad física de los contendientes. Y por eso sus detractores son rotundos: el boxeo no debería ser deporte, mucho menos cultura.

El debate se acrecienta con el devenir del boxeo en las últimas décadas. Nos alejamos ya mucho de la típica estampa de película en la que un grupo de obreros industriales escuchan la velada alrededor de una radio en un bar o en la casa de alguno de estos. Los nuevos medios han matado la emoción de esperar a que el narrador te describa el uppercut o la derecha del boxeador que habita tu esquina predilecta. El pay per view ha hecho el boxeo mucho más accesible a todos los públicos y aún así estamos cada vez más lejos de la pureza del boxeo de principios del siglo pasado. El boxeo se ha visto inducido en el sistema capitalista del espectáculo y se ha alejado del romanticismo del que gozó en épocas pasadas. Hoy se venden las veladas como shows en Las Vegas donde el espectador compra unas palomitas y un refresco y cuando acaba el evento vuelve a casa como si hubiese salido del cine. Algo más parecido al teatro que al deporte, pero con dos personas jugándose el físico. No es difícil encontrar personas a favor y en contra de considerar el boxeo cultura de masas, aunque mucho más polémica resulta la consideración de si es o no un deporte. 

Los detractores del boxeo están respaldados por la Asamblea Mundial Médica, acaecida en Venecia allá por 1983, en la que sentenciaron: “El boxeo es un deporte peligroso. A diferencia de la mayoría de otros deportes, su intención básica es producir daño corporal al oponente. El boxeo puede ocasionar la muerte y produce una incidencia alarmante de lesión cerebral crónica. Por esta razón, la Asociación Médica Mundial recomienda que el boxeo sea prohibido.” Se dictaron también una serie de pautas que cumplir hasta que se prohibiese el boxeo, entre las que se encontraban implementar revisiones médicas periódicas a los púgiles, mejorar las condiciones de los cuadriláteros y zonas de entrenamiento o asegurar la presencia médica en las veladas. El colegio británico de médicos ha pedido en varias ocasiones por su parte al Parlamento que al menos supriman los golpes en la cabeza y rechazan rotundamente denominarlo deporte: “cuando se denomina deporte a un ejercicio violento que consiste en golpear deliberadamente al contrario en la cabeza y los ojos. Hay tragedias ocasionales, pero el problema es que los golpes que recibe la cabeza producen un deterioro grave, se van acumulando y ningún tratamiento soluciona el problema.” En referencia a esto Poli Díaz se mostró rotundo: “A mí el peligro me da igual. El peligro está en la calle donde te pueden dar dos puñaladas.” El principal argumento en contra del boxeo gira en torno al daño cerebral que sufren los boxeadores. En una entrevista Muhammad Ali ironizó sobre esto “¿a quién le importa el cerebro de un par de chicos negros? ¿A quién le importan los cerebros de los chicos pobres de las zonas más miserables de la ciudad?”

Y en esa respuesta está el que todavía es uno de los mayores motivos de orgullo entre los boxeadores y los apasionados de esta actividad. El boxeo es un camino para sacar a los adolescentes de las calles e, incluso, de convertirlos en héroes. En el boxeo da igual de que estrato social provengas, el ring iguala a todos, sólo el que tenga más técnica y corazón quedará en pie. En Madrid es conocido el gimnasio de Jero García por recibir a chavales condenados a reintegrarse en la sociedad por el boxeo, como admitía Gistau en una entrevista a Libertad Digital

En España el boxeo esta resurgiendo de manos de los gimnasios en barrios “bien”, cada vez es más común ver a empresarios salir de las oficinas con los guantes colgados de la bolsa de deporte ansiosos de su dosis de cardio, adrenalina y sacrificio. Y en el sacrificio está una de las claves del boxeo. El aura romántica que envuelve al boxeador que pasa día y noche en el gimnasio. La pasión con la que moldea el saco golpe tras golpe o el sonido de la comba contra el viejo suelo del gimnasio. La épica que hemos asimilado en películas como Rocky Cinderella Man. La nobleza que inspiraba Joe Louis o que inspira Pacquiao mientras vuela entre las doce cuerdas del cuadrilátero. El boxeo tiene ese don de trascender de la simple violencia para convertirse en una experiencia casi espiritual. Una danza de pesos pesados. Poli Díaz: «Yo boxeaba. Pelear… se pelea la gente en la calle.»

En la postura contraria a las asociaciones médicas están los apasionados del único deporte al que no se juega, en palabras de Alcántara. Entre estos encontramos a luchadores, aficionados y, aunque a muchos les choque, a diversos intelectuales patrios. Manuel Alcántara, insigne poeta malagueño y Premio Nacional de Literatura; Garci, exitoso director español y ganador de un Óscar, o el columnista y escritor en periódicos Gistau son algunos de los amantes del cuadrilátero y los jamás. Pero la pasión no esconde las contradicciones morales que puede generar en estos intelectuales, Manuel Alcántara afirma que si de él dependiese lo prohibiría, pero mientras pueda seguirá disfrutando cada velada como cuando le picó el gusanillo del boxeo siendo un infante en el malagueño barrio de la Victoria.

No todos los defensores del boxeo son intelectuales. El testimonio más cercano a este deporte lo aporta quien se curte en un gimnasio día a día, el boxeador de a pie es el único que sabe lo que se siente cuando suena la campana. Por eso es indispensable en este texto el punto de vista de Kevin Camacho

Hoy en día el nivel de comprensión del boxeo en la sociedad es muy limitado. En su gran mayoría, ven este arte marcial como violencia y no como deporte. El boxeo exige algo más que un intercambio de golpes, alberga una disciplina muy profunda y un gran respeto por el rival. He visto más peleas en un campo de fútbol que en un evento de boxeo. Cierto es que un arte marcial puede ayudarte a hacer mucho daño a una persona, pero cuanto más consciente eres de tus capacidades, más cauteloso eres con tus actos. Toda buena persona conocedora de este deporte sabe que los esfuerzos son demostradas en un ring y no en la calle. Una persona que opina mal sobre este deporte ni siquiera sabe las reglas por las que se rige el boxeo, así que yo me pregunto: ¿cómo se puede opinar mal de algo que se desconoce por completo? El que conoce bien este deporte sabe que existen ciertos golpes que están prohibidos ya sea cuello, garganta, espalda, incluso si el equipo médico ve conveniente que el combate debe ser anulado nadie puede quebrantar su palabra, aquí es la clara diferencia entre un intercambio de golpes y un acto de violencia. Al igual que un bombero no puede tolerar que un incendio se expanda, tanto por profesión como por devoción a su trabajo, un boxeador no permitirá jamás una pelea fuera de los márgenes del deporte. Quizás esta mala imagen hacia nuestro deporte haya sido alimentada por haber convertido este acto en un espectáculo y un show que sólo busca lucrarse de esta actividad tan noble. “Los campeones no se hacen en los gimnasios. Los campeones nacen con algo que llevan dentro: un deseo, un sueño, una visión.” Muhammad Ali.

El futuro del boxeo es incierto. Sólo sabemos que queda en mano de los niños, que van a ser las nuevas generaciones de púgiles. Y en España hay varias iniciativas que mantienen muy vivo el boxeo entre los más pequeños. Están surgiendo los primeros torneos y competiciones de boxeo júnior. No se alerten, no suben a los niños a un ring, estas competiciones consisten en mostrar la técnica mediante ejercicios de ‘sombra'(hacer el movimiento en el aire). 

En Terrassa hay un club de boxeo sin ánimo de lucro en el que ayudan a chicos que sufren bullying en el instituto a ayudarles a defenderse y aumentar su autoestima. Su entrenador asegura que entre las madres está cambiando la visión de que le boxeo es un deporte violento y que ellas se han decidido a llevar a sus hijos a boxear, en declaraciones a El Español

“Mientras haya niños que compitan por ver quién alcanza más lejos mientras hace pis seguirá existiendo el boxeo” (Manuel Alcántara) o en palabras de Poli Díaz, “de pequeño me apunté en una carrera de bicicletas y gané, pero con trampa. Acorté y me puse cerca de la meta, justo al lado. Me cazaron, claro, pero eran cosas de críos. Allí nos daban un bocadillo y una bebida. Lo hacía por la merienda, pero también por competir. Me gustaba competir.”

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