Javier Gallego: «El periodismo se parecía a un diálogo entre las élites y los periodistas»

Javier Gallego, Crudo, (Madrid, 1975) es periodista, poeta y músico. Dirige Carne Cruda desde la República Independiente de la radio, después de haber ganado un Ondas -cuando no le renovaron en Radio 3- y de que le echasen de Cadena SER por funcionar demasiado bien: «Tú eres el antistablishment y nosotros somos el stablishment», le dijo una vez un alto cargo de la cadena de PRISA.

Mientras le espero veo como entran en La Invisible un gran número de turistas, incluso más que autóctonos. Durante la posterior presentación de su libro «El Grito al Cielo», la proporción será contraria. Un señor deja algunos ejemplares en la biblioteca libre, entre cuyos tomos encontramos a Benjamin Prado, Torcuato Luca de Tena o Lope de Vega. Las paredes de La Invisible están decoradas con murales de inspiración picassiana de gran colorido. También mezcla la musivaria califal con espacios más parecidos al modernismo catalán de Gaudí. La pizarra de la entrada clama contra el machismo, el racismo, el clasismo la xenofobia y otras violencias. Les prohibe el paso. También sirve para informar de las actividades de marzo. Un viejo patio de luces convertido en terraza nos acoge. La Invisible es un lugar atípico en Málaga. Nuestro entrevistado tampoco es el típico periodista, ni el típico poeta, ni el típico músico. Nuestro entrevistado es Crudo.

Es usted periodista, poeta y músico, ¿encarna al renacentista del siglo XXI?

Pues no lo sé, pero tengo muchas pasiones y son formas distintas de comunicarse pero en el fondo parecidas porque son formas de expresión que tienen en común una cierta musicalidad, una necesidad de comunicar de otra forma, unas son una expresión más artística, más personal, más privada y otra más política. Pero creo que todas tienen cierta relación. Lo de hombre del Renacimiento suena demasiado grande, suena a Leonardo Da Vinci, y claro, creo que es una etiqueta que me viene holgada. Yo prefiero decir que soy un periodista que también escribe poesía y que es músico en el poco tiempo que le queda libre.

Sus poemas recuerdan a Machado, Lorca o Whitman, ¿es usted un poeta del pasado en tiempo presente?

Es que no se puede ignorar la tradición, quiero decir, pensar que te estás inventando algo sería un error y yo me he criado leyendo a poetas que ya escribieron poesía, entonces soy un poeta actual, tengo un lenguaje que tiene mucho del tiempo presente, pero, evidentemente, me he criado en brazos de los poetas clásicos, algunos más cercanos, otros más antiguos. Yo trato de renovar ese lenguaje y llevarlo a mi propia voz y construir un discurso propio, pero siempre con respeto a la tradición y también una transgresión a esa tradición. Creo que hay que leer a los clásicos para ser moderno. Para ser original hay que ir al origen, es decir a la raíz.

Youtube le ha censurado un vídeo poema, ¿es más peligroso el arte que la violencia?

Eso ha sido completamente inesperado, completamente absurdo, porque es un vídeo sobre un poema hecho con imágenes de la propia web. Están censurando imágenes que están ahí. Me llamó poderosamente la atención que censurasen un poema cuando hay contenido sexista, racista, xenófobo, violento, hay youtuberscon discursos completamente repulsivos y mantienen sus canales sin ningún tipo de problema. Y esto que era un vídeo con imágenes chocantes, con imágenes poderosas, con imágenes violentas, pero son imágenes que están sacadas del mismo Youtube.
El concepto violencia está muy desvirtuado, hay cosas que se llaman violentas y que son censuradas por violentas y que en realidad no hacen más que mostrar la realidad tal como es y hay cuestiones mucho más violentas como pueden ser los desahucios, el paro, la precariedad, las injusticias, los pisoteos; que muchas veces no son tomados como violencia y sí lo son. A mí cuando a los movimientos sociales se les llama violentos, a los manifestantes se les llama radicales, muchas veces pienso que es mucho más radical el desprecio a la igualdad, a los Derechos Humanos o a los más débiles, que es constante por parte del poder. Pero es que el poder es siempre el que construye el discurso, el que escribe la Historia, el que dice lo que está bien y lo que está mal. Quiénes tienen en su mano decidir el discurso hegemónico deciden qué está bien y qué está mal, lo estamos viendo constantemente en tuiteros, humoristas u opinadores por salirse constantemente del discurso único. Es peligroso en el día de hoy decir algo que está en contra de lo que dice la mayoría. Es curioso que en democracias que se dicen desarrolladas, que se dicen avanzadas, sigan sucediendo estas cosas y en España estamos viendo un retroceso de la libertad de expresión que es preocupante.

¿Sigue a algún poeta de la nueva hornada?

Sí, estoy cada vez más en contacto con poetas que están publicando, intento estar al tanto de lo que publican mis contemporáneos, porque creo que sería un error refugiarse en una isla y sí leo a Pablo García Casado, que me parece un gran poeta; a Miriam Reyes; a Roger Wolfe; Jorge Riechmann; Mercedes Cebrián. Leo a poetas españoles, tanto masculinos como femeninos, para estar al tanto de lo que hacen otros, que creo que también se puede aprender mucho de ellos. Por ejemplo, hay un grupo de poetisas que son las que están llevando las vanguardias cada vez más lejos ahora mismo, como Berta García Faet, que me parece muy interesante. También soy muy seguidor de un poeta chileno al que le dedico el libro, Raúl Zurita, que tiene alrededor de 70 años.

Su poemario se llama El Grito al Cielo, ¿clama al cielo todo lo que no puede decir por las ondas?

Yo creo que siempre he puesto el grito en el cielo también en la radio, lo que hago con la poesía es ponerlo con otro lenguaje. Un lenguaje que a veces es más preciso y más precioso, un lenguaje que es más afinado, más afilado. Y que también es distinto, la metáfora la ventaja que tiene es la polisemia, la posibilidad de expresarse de una forma muy interpretable; lo que la prosa es mucho más áspera y más recortada, la poesía consigue ser mucho más rica y además generar una variedad de significados que no da respuestas, sino que genera muchísimas preguntas. Creo que para entender el mundo más que dar contestaciones y verdades es muy interesante hacer preguntas. En la sucesión de preguntas hay algunas respuestas.

¿Qué tiene el periodismo de poesía y la poesía de periodismo?

Es una pregunta difícil. Una pregunta interesante pero complicada de responder, porque el periodismo suele ser muy prosaico, habla mucho de la actualidad y la poesía suele hablar más de la realidad. Yo no creo mucho en la poesía demasiado pegada a los hechos cotidianos, aunque creo que a partir de un titular o de una portada de un periódico se puede hacer perfectamente un poema. De lo más cotidiano y banal se puede hacer un poema que trascienda. El periodismo puede llegar a ser muy literario, es un género que debe permitirse la posibilidad de la literatura, de la creación, de la imaginación y de la creatividad lingüística. Y al mismo tiempo la poesía puede ser una crónica de su tiempo, y de hecho, lo que a veces falta en la poesía son cronistas poéticos del tiempo que estamos viviendo. A veces se ha vivido la poesía muy al margen de los hechos, del momento, ha vivido en unas camarillas apartadas en la que los poetas se leían a sí mismos. Y sería muy interesante que la poesía también esté pegada a la tierra, que se llene de polvo y que se manche las manos. El periodismo y la poesía son formas distintas de expresar una misma inquietud sobre el mundo en el que vivimos. Creo más en esa poesía que puede ser periodística que hace una disección de la realidad por otros medios y en un periodismo que puede ser poético y salirse de la prosa que lo encierra.

Ha trabajado en prensa, radio y televisión, ¿qué tiene la radio para engancharle más que los otros medios?

Tiene muchísimas cosas. Primero, que es muy artesanal, creo que la radio tiene algo que lo puedes tocar casi con las manos. Creo que de la idea a la realización de esa idea el tránsito es muy corto, es decir, de lo que tú tienes en la cabeza a lo que luego se produce hay un camino muy corto, lo que hace que no se tergiverse esa idea. Además, creo que el sonido es muy poderoso para generar imágenes, fantasía, para excitar la imaginación. La radio es la voz interior amplificada, le puedes hablar muy directamente a las personas y obtienes una respuesta muy íntima, muy personal, muy cercana. Si algo tiene la radio es la familiaridad. Lo que vives en la radio cuando la haces es que todo es muy artesanal, casi es carpintería sonora, hay mucha piel en la radio. Creo que en otros medios como en la televisión se establece una distancia muy grande con el espectador, porque están las cámaras, el maquillaje; está todo mucho más pautado, es mucho más frío, hay presión también por el tiempo, una angustia comercial, casi mercantil, por que todo se diga rápidamente. Cuando he trabajado en televisión sentía la frustración de que el paso de la idea a la realización tenía muchos cortocircuitos intermedios.
Creo que ningún medio es capaz de producir emoción, sensibilizar y conmover como lo hace la radio. Se produce una relación entre oyente y locutor muy cercana, casi parece como si le estás hablando a un amigo. De hecho mucha  gente cuando te habla de la radio te dice: «te siento casi como parte de la familia», eso creo que no se produce en la televisión ni en la prensa. Aunque un artículo bien escrito, una buena crónica o una muy buena entrevista son también muy placenteros en la prensa. Pero la radio además se produce en tiempo real, el oyente escucha lo que se está produciendo: esa tos, ese silencio, esa duda del entrevistado o que tú mismo tienes cuando preguntas algo, toda esa realidad desnuda a las personas. Porque con la imagen te distraes de lo esencial a veces, en la radio no hay interferencias de ese tipo, tú percibes los miedos, las alegrías, el entusiasmo, todas esas sensaciones están amplificadas.

Crudo le da sorbos cortos a su café con leche entre pregunta y pregunta. Muchos de los que nos rodean miran indiscretamente al hombre al que han venido a escuchar en escasa media hora. «¿Qué estará diciendo?» Parecen preguntar con la mirada. Mientras apura un cigarrillo que se consume a la par que las respuestas.

¿El futuro de la radio es online?

El futuro de los medios es online. Aunque permanezcan medios en papel, aunque siga habiendo televisión digital, ya estamos viendo que el consumo que hacen los más jóvenes es online y las tecnologías nos llevan hacia eso. Dentro de poco los coches tendrán una tecnología online donde podrás escuchar la radio o incluso podrás ver películas o series. Los smartphones ya están funcionando como una segunda parte de nosotros, así que es inevitable que la radio sea online. La radio y todos los medios de comunicación van a ser online.

¿Será necesario que colaboren distintos medios para sobrevivir?

Los medios emergentes, que son medios pequeños que están luchando y compitiendo contra enormes dinosaurios mediáticos, necesariamente tienen que colaborar entre sí, más que competir. Evidentemente, hay una parte estimulante de la competición que es intentar mejorar, pero hay una parte igualmente estimulante que es la capacidad que tengan los propios medios de generar lazos de unión, de formar un tejido y de retroalimentarse unos a otros como hacemos por ejemplo en nuestro programa. En Carne Cruda tenemos colaboraciones de La Marea, de Yorokobu, ahora de Por Causa; que son otros medios que hacen algo parecido a nosotros pero por otros canales y que se van retroalimentando. Podemos compartir público y hacer que ese público crezca. Sería un error por parte de los nuevos medios aislarse y tratar de ser únicos y pequeños nichos cerrados. Cuanto más porosos seamos; entendiendo que evidentemente estamos en una competencia, en una búsqueda de audiencia, de anunciantes, de inversores; pero yo estoy viendo algo muy gratificante en compartir proyectos con otros compañeros que hacen algo muy distinto, pero que al mismo tiempo tienen algo en común.

Narra desde la República independiente de la radio, ¿existe una Monarquía dependiente de la radio?

(Ríe) Pues es verdad que existe una Monarquía dependiente de la radio y de los medios de comunicación, donde hay unos reyezuelos o unos reinos de taifas gobernados por grupos de inversión, grupos financieros, la gran banca… Que son los que controlan ahora mismo los grandes medios de comunicación. Y hemos visto que los creadores de la crisis son los que están muchas veces detrás de los grandes medios y eso ha hecho que los medios no puedan contar la crisis, no la puedan anticipar. Cuando la sabían, cuando sabían que iba a suceder. Esa dependencia que tienen de los inversores les impide ser libres para contarlo. Entonces sí hay una Monarquía dependiente, desgraciadamente esa Monarquía dependiente está matando a los vasallos, ese mundo feudal –exagerando el término– de periodismo medieval hace que los periodistas sean mucho menos libres para contar la realidad.Sigue habiendo muy buenos periodistas en esos medios, sigue habiendo muy buena información, porque también tienen una financiación mayor y también tienen un músculo informativo mayor, pero también vemos como esos periodistas a veces sufren cortapisas para informar, a veces se sienten acorralados y ellos mismos se quejan de que les cambian los titulares o no les dejan contar las cosas como ellos querrían.

Recibió el Premio Ondas después de que le cesasen en Radio 3, ¿lo esperaba?

La verdad que no lo esperaba, fue una sorpresa. Cuando me llamaron lo primero que contesté fue que si era una broma (ríe). Me parecía que era muy extraño que le diesen un Premio Ondas a un programa que ya no existe, porque en ese momento no existía. Me parecía un premio a título póstumo, luego resultó no ser a título póstumo porque resucitó el programa, entre otras cosas gracias al Premio Ondas. Eso incrementó las ganas de la Cadena SER de que le programa resurgiera y así fue. Tuvimos una temporada muy fructífera en la Cadena SER que nos ha permitido también dar el salto a la independencia con la financiación de nuestros oyentes. Fue un caso muy particular, sólo había habido un caso previo, del programa La Gramola, que recibió, ese sí a título póstumo, el Premio Ondas a mejor programa de radio musical cuando ya había desaparecido. A mí me sorprendió, aunque creo, con toda la modestia, que hicimos un buen trabajo y que rompimos algunos moldes comunicativos de la radio tradicional, que el formato era novedoso y eso lo supieron ver en el jurado. Igual también influyó que hubiésemos sido censurados, no digo que no, pero yo también reivindico el trabajo periodístico que estábamos haciendo.

Es usted un preguntador incómodo, ¿cuál es la pregunta más incómoda que se le puede hacer a un preguntador incómodo?

(Ríe) Bueno, yo no sé si soy un preguntador incómodo, yo intento preguntar desde lo que quiero conocer y, sobre todo, intento preguntar para que el entrevistado realmente se sincere. La pregunta incómoda es la que obliga al entrevistado a decir lo que realmente piensa, porque todos tratamos de evitar la verdad, la verdad es incómoda, la realidad es, a veces, dolorosa, y a todos nos cuesta decir nuestros errores, nuestras debilidades. Sobre todo aquellos que tienen responsabilidades y poder público son muy esquivos. A veces entrevistando a algunos políticos pienso: si son tan buenos diciendo lo que no piensan, qué buenos serían diciendo lo que piensan».

Hablando de entrevistas a políticos, consiguió usted ofender a Pablo Iglesias en una entrevista, ¿es un triunfo como entrevistador?

No, yo eso no lo vivo como un triunfo, yo creo que esa entrevista estuvo bien hecha. Que él se ofendiese no es culpa mía, él debe responder porqué se ofendió, yo sólo pregunte sin mala intención desde el criterio periodístico que creo que me avala para hacer las preguntas que tenía que hacer, si le pilló en un mal momento, si no estaba preparado para esas preguntas o si pensaba que yo no iba a hacerle preguntas tan directas es un error por su parte. Yo no considero un triunfo que alguien se enfade en una entrevista, yo considero un triunfo que alguien responda realmente a la pregunta. De todas maneras, esa no respuesta fue una respuesta y en ese sentido yo creo que funcionó. Y he recibido muchas críticas por parte de seguidores de Pablo Iglesias y votantes de Podemos por hacer esas preguntas. Yo, como periodista no creo que me equivocase, porque yo hago periodismo, no hago activismo y no hago partidismo. Tengo mis preferencias políticas, pero cuando me siento delante de un micrófono hago las preguntas que creo que al oyente le gustaría hacer.

¿En qué entrevistador se fija Javier Gallego para mejorar?

(Resopla) Pues hay muy buenos entrevistadores, con un estilo ya algo pasado de moda Quintero ha sido un buen entrevistador personal que ha conseguido momentos de intimidad muy poderosos. Iñaki Gabilondo ha tenido grandes momentos de preguntas, como la entrevista que le hace a Felipe González sobre los GAL, que comienza con una pregunta incomodísmima que fue: «¿es usted el señor X?». Un grandísimo entrevistador fue Andrés Aberasturi, que hacía preguntas muy directas hechas con mucha gracia. Creo que Jordi Évole también tiene capacidad para hacer preguntas incómodas sin que lo parezcan. Carlos Alsina ahora mismo es un gran entrevistador que, además, consigue dejar mudos a sus propios entrevistados desde preguntas muy sencillas hechas desde la aparente ingenuidad, porque Alsina es muy inteligente preguntando. Ana Pastor o Pepa Bueno han tenido grandes momentos incomodando a sus entrevistados políticos. Los entrevistadores anglosajones tienen la capacidad de repreguntar, cosa que aquí parece que nos cuesta. Echo en falta en España entrevistas más punzantes. Y preguntar con agudeza no significa interrumpir, hay que dejar que la otra persona se exprese, porque a veces en su evasión se está retratando.

Decían hace poco Jesús Quintero y Sánchez Dragó que no existen ahora mismo en España buenos programas de entrevistas.

Es verdad que no hay espacio para hacerlos, que no hay buenos programas de entrevistas. Creo que ellos viven en una nostalgia melancólica del pasado con la que no estoy de acuerdo, no sé si llegados a cierta edad a todos nos pasará que pensamos que todo tiempo pasado fue mejor. Yo estoy en contra de eso, si alguna vez cuando tenga una edad provecta, espero que alguien me lo eche en cara.

En ese momento fue Alsina quien les dijo que no todo tiempo pasado fue mejor.

Sí y creo que tiene toda la razón. Me pongo completamente de su lado porque hay muy buenos preguntadores, se siguen haciendo muy buenas entrevistas, se siguen encontrando buenos titulares de buenos entrevistadores. Yo entiendo que algunos sigan viviendo en su época gloriosa y quieran pensar que sólo ellos fueron heroicos entrevistadores, pero aunque no existan muy buenos espacios para entrevistar, ni grandes programas como existían, siguen habiendo buenos entrevistadores. Antes no se preguntaba mejor que ahora, hay, como todo, bueno y malo; pero lo había antes y lo hay ahora.

Se rige el periodismo actual por la máxima «que la realidad no me estropee el titular».

No sólo ahora, en general. Es tradicional que el periodismo luche contra la propia realidad y quiera imponer un titular mejor de lo que la realidad te está dando. Pero también es verdad que hay un buen periodismo que cuenta la realidad tal como es y que consigue mejores titulares que los titulares inventados. Ahora vivimos un fenómeno mucho más preocupante que es el de la invención de la realidad, no es simplemente intentar adaptar el titular a la tesis que yo tenía propuesta, sino directamente inventarse titulares que no tienen nada que ver con la realidad. Y que con el ruido mediático y con la velocidad informativa en la que vivimos, que es muy desinformativa, cuelan como verdades y se cumple aquella máxima de «miente que algo queda». Las redes sociales son muy ruidosas y la gente no contrasta, vivimos en un vértigo informativo que nos ahoga y es muy fácil que hasta el presidente de la mayor potencia mundial, como es Estados Unidos, suelte cada día por su Twitter una sarta de mentira completamente incongruentes, que son, además, rectificadas por medios de comunicación y aún así quedan. Hemos vuelto a las épocas de la propaganda más atroz. Hay una tendencia, no sólo por parte de dirigentes, sino también de periodistas; de contar lo que la gente quiere oír, y contra esto tenemos que reaccionar dando mejor información que consiga sacar la cabeza por encima de las mentiras.

¿Cree que la radio debe dar más espacio a la gente de la calle?

Siempre, siempre, la radio debe ser un medio que debe salir de los estudios para ir a la calle. Pero no sólo la radio, el periodismo en general. Hay que estar también en las redacciones, porque también se hace buen periodismo en las redacciones, pero para estar en las redacciones primero hay que salir a la calle a olisquear lo que pasa en ellas y dar voz al público al que va dirigida la información. Lo que ha pasado con el periodismo en los últimos años es que parecía un diálogo a dos entre las élites y los periodistas que formaban parte de esas élites. Y el público se sentía completamente ajeno a lo que estaba pasando, éramos espectadores de una situación que no iba con nosotros. Y nosotros no tenemos que ser meros espectadores sino actores participantes, porque somos los ciudadanos los que construimos una sociedad. El periodismo tiene que estar del lado de los de abajo, de los más vulnerables, de los más débiles, de los que sufren las injusticias y los abusos de poder.

Para terminar, ¿cómo prefiere la carne: asada o a la plancha?

(Ríe) La carne la prefiero poco hecha, la carne cruda, sin manipular.

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