Guillermo Garabito (Valladolid, 1992) es uno de los pocos millenials en un mundo en el que pesan muchas veces más las canas que el estilo. Tiene formación en Comercio, pero vocación por las letras. De su abuelo heredó su forma de ver la vida en columna. Firma artículos en ABC Castilla y León y The Objective. En Onda Cero deja retales de su acento castellano. Preside la Fundación Godofredo Garabito y Gregorio. Es el organizador del mayor congreso sobre columnismo en España. Y todo sin llegar a las 25 primaveras.
Habiendo estudiado Comercio, ¿cómo y cuándo decides dedicarte al columnismo?
Mi abuelo era poeta y articulista. Siempre escribía a mano, aunque luego eso le complicara enviar la columna porque tenía que llamar a redacción y dictarla. Por eso cuando yo tuve mi primer ordenador empecé a pasarle sus columnas y a enviarlas al periódico. Y de tanto transcribir columnas ajenas, con dieciséis años, empecé a escribirlas yo. Eran elementales y todavía cuando las releo reconozco el estilo inconfundible de mi abuelo. Pero tanto transcribir las suyas fue el empujón para interesarse por el género, cogerle la medida y hasta la nada sana competencia de querer hacerlo mejor.
¿El columnismo de provincias dista mucho del columnismo nacional?
No, creo que es esencialmente lo mismo. Caminar lo mismo por la Gran Vía que el Campo Grande pensando en la columna de mañana, que suena muy bien esto de pasear como un flâneur. Estar bien informado es posible lo mismo en esta ciudad que en aquella. Ya lo dijo un gallego –porque parece que sin ser gallego está todo perdido en este oficio de antemano. Ahí están los maestros del siglo XX y ahora Jabois o Colmenero–: “El articulista es algo así como el avestruz. El avestruz lo convierte todo en cosa de comer y lo digiere todo: el articulista lo reduce todo a un artículo de periódico.” Creo que el oficio es el mismo estés donde estés. Aunque en provincias los personajes por norma no son tan mediáticos como en nacional y las columnas requieren contextualizar más. Aunque es inevitable que muchas columnas de tema regional acaben teniendo referencias a nacional.
¿Cómo es hacer periodismo desde Valladolid?
Igual que en Madrid pero levantándose media hora más tarde.
Sabemos que tu abuelo fue una persona importante en Valladolid, ¿pesa llevar su apellido, o por el contrario, es un aliciente?
Yo siempre digo que mi abuelo me dejo la mejor herencia del mundo: un hueco en un periódico. Al principio sí sentía cierta responsabilidad de que la columna que firmaba él antes de morir y que después heredé yo estuviera a su altura literaria y quizá estilística. Me acuerdo que su sección se titulaba “Al aire de mi aire” Y yo durante los primeros meses por ese peso iba al aire de su aire. Son precisamente aquellas las que más escondo ahora. Por impostadas. Poco a poco y a fuerza de publicar una y otra y otra encuentras tu estilo. Más joven, más descarado. También más descarnado. Y esas son de las que ya no renuncias cuando te preguntan.
Hay muchos detractores del columnismo joven, ¿se puede hacer buen columnismo sin tener una edad avanzada?
Por supuesto. He escuchado muchas veces el discurso de que al columnismo se llega para sentar cátedra con la vida ya vivida y el oficio muy trillado. Yo creo que el columnismo va en la mirada. Para escribir buenas columnas hace falta ingenio y calidad literaria; eso a grandes rasgos. Incluso diría que la juventud es un punto a favor. La incosciencia propia de la edad te lleva muchas veces a tratar determinados temas o incluso a escribir de un modo que con más edad no se perdonaría.
¿Y cómo es hacer columnismo sin ser periodista?
Una suerte. Es la parte agradecida; o no. Firmar con tu cara en lo alto de la página del periódico. Cuando una señora te para por la calle la primera vez para hablarte de un artículo hace ilusión. Después vuelves a la realidad cuando ves que pasado el tiempo no te leen ni en tu casa. Lo mismo al columnista que al redactor que hace una información a doble página. Como leí una vez a un columnista: “Una vez un texto mío envolvió una merluza”.
¿Se puede hacer columnismo en Twitter?
No. Definitivamente. Twitter es un buen inicio de columna, como mucho. Quién escribiría columnas para Twitter gratis cuando en el periódico te ganas la vida de ello. Una columna requiere una tesis, un despliegue de argumentos. Un hilo que no cabe en 140 caracteres. Twitter nos hace pensar en corto. Un columnista tiene que pensar en grande y concentrar ese pensamiento en 400 palabras. Me ocurre en ocasiones que cuelgas un tuit y rápidamente lo borras y dices: “Espera, que buena idea para la columna de mañana”. Las buenas frases, con ideas, cuestan trabajo como para írselas regalando de gratis a ninguna empresa multinacional. Twitter es un medio para difundir tu trabajo y fisgar el de otros. Para atraer nuevos lectores, poco más.
¿Te estás planteando ya el paso a Madrid o tu futuro está en Valladolid?
A mí me encantaría acabar viviendo en Valladolid. Creo que es una gran ciudad de la que han salido maestros del columnismo como Umbral –aunque naciera en Madrid– Cossío o Paco Martín Abril por decir algunos. Aunque reconozco que para el columnista siempre está ahí ese centralismo del que hablaba Umbral. La sensación de que si no estás en Madrid no se puede ser alguien en este oficio. Gracias a Internet yo creo que ya no es tan visceral esa afirmación.
Aunque no niego que me gustaría irme a Madrid y bajarme a la puerta del Café Gijón. Presentar mis respetos a González Ruano en el Teide o Camba en el Ritz y decirles que quiero ganarme la vida de aquello y que se rían de mi. Un poco ese papel lo juega ahora Hughes, llegó de provincias a Madrid a ponerle realidad al oficio y cada vez que hablamos me dice aquello de que para que te quieres ir a Madrid, “ahora que todavía estás a tiempo de no ir”. Aunque si fuera por Jesús Nieto, que es gran columnista y amigo pero mal consejero, yo llevaría viviendo en Madrid desde antes de nacer. Jesús llama de vez en cuando Raúl del Pozo para que me llame a mí, con su magisterio y su autoridad, y me diga que me tengo que ir a hacer la “mili” allí. Pero yo me resisto. La suerte es que con el AVE tienes el don de la oblicuidad. Lo mismo estás en Madrid que en Valladolid.
Eres el organizador del congreso sobre columnismo más importante de España, ¿qué hiciste para reunir a tantos columnistas de primer nivel en el congreso?
Echarle mucho morro. Son compañeros de profesión y con casi todos había tratado por una u otra razón. Era una buena oferta para juntarse a comer y a beber. Y el aliciente de hablarles cara a cara a sus lectores más interesados, que son futuros periodistas.
¿Habrá segunda edición de “Valladolid Capital del columnismo”? ¿Y de ser así que sorpresas nos esperan?
Habrá segunda edición del congreso, pero no será en Valladolid. Sí puedo decir que habrá edición en 2017 y que pronto anunciaremos donde. ¡Larga vida al congreso!
En el último congreso se criticó que faltaron mujeres columnistas, ¿es un problema del machismo del columnismo?
¡Y eso que este año no íbamos mal! El año anterior no vino ninguna, y no porque no lo intentáramos. Fue una cosa que se nos recriminó bastante, pero nosotros llamamos a las principales firmas del columnismo, independientemente de que fueran hombres o mujeres. Y he de decir que muchas no se prestaron. Este año pasaron por el escenario del congreso Rosa Belmonte o Emilia Landaluce, por ejemplo. Creo que no es ningún problema de machismo. Creo que las mujeres dentro del género son bien visibles, tanto como los hombres. Aquí uno no se hace un nombre por ser hombre o mujer. Sino por su calidad en el oficio. El problema en un congreso, generalmente, suele ser cuadrar agendas. Y «agendos».
Haciendo columnismo tienes que mojarte en temas polémicos, ¿te han surgido muchos detractores en el tiempo que llevas publicando?
De un columnista lo mínimo que se espera es que se moje, sea el tema que sea. Para leer medias tintas nadie paga, se pone una rueda de prensa y listo. Uno intenta no hacer caso de lo que dicen de él. Si no a la mañana siguiente no escribes, te quedas deprimido en la cama. A mi generalmente las felicitaciones me dan igual, se olvidan rápido. No puedes escribir pensando en el lector. Si no te ocurre como a Camba con un lector que conoció de Guadalajara. Y los días sucesivos cada vez que elegía un tema y el enfoque sólo podía pensar: ¿Qué opinará de esto el lector de Guadalajara? A mí lo mismo me han tachado de facha que de rojo el mismo día. Y por el mismo artículo. El día que ves eso por primera vez entiendes que son cosas del oficio.
Además de columnista eres cronista, ¿distan mucho ambos géneros?
No, esencialmente es lo mismo. Yo tengo la suerte de que a mí me mandan a las Cortes de Castilla y León a hacer una crónica de opinión, mucho menos rígida. Algo incisivo y que tenga un punto de vista más ingenioso.
En un momento en el que el periodismo está en crisis, ¿cómo ves el futuro del columnismo?
En auge. Creo que la columna de opinión, que tiene su terreno natural en la prensa escrita, es ahora el producto que aporta valor añadido a los medios de comunicación. Es precisamente en este momento cuando todo el negocio se está replanteando su estructura y su porvenir es el género de la columna, la opinión y el análisis elaborado, lo que sigue aportando valor al periódico que compran cada día los lectores. Que al final son los que sostienen el negocio. Las noticias cada vez son más generalistas y lo mismo las lees en un medio que en otro, en papel o en Internet, en cambio el valor de un medio está en sus firmas. Fíjate, incluso los nuevos medios que están saliendo se preocupan por tener buenos columnistas. Creo que los columnistas aportamos fidelidad.
Imagen cedida por Miguel Martín Romero