Hace no mucho descubrí a la artista Sara Shakeel. Sara es una de esas preciosas casualidades que a veces encuentras divagando por la red. La obra de Sara gira en torno a la edición de imagen y el arte más pop, es un arte sin estridencias, sin pretensiones intelectuales, es un arte que amaría Martín-Barbero, hecho por y para el deleite del pueblo. En sus imágenes más conocidas pinta con purpurina dorada estrías y otras marcas en la piel que suelen ser causa de inseguridades, por desgracia, en mayor medida entre las mujeres que tienen que soportar unos cánones de belleza férreamente impuestos por una sociedad patriarcal. He de reconocer que a mí me fascinan las estrías en particular y todo tipo de marca en la piel, en general. Son esas pequeñas cosas las que nos hacen únicos y es por eso por lo que me parece tan importante que desde el arte se muestre su belleza. Alguien, que a mi azarosa memoria ha decidido olvidar, me dijo una vez que arte es todo aquello realizado con voluntad estética. No sé si es la definición más acertada, pero sí una de las que más me gustan. El arte no depende del espectador o del crítico, según esa definición, sólo de la voluntad del artista. ¿Hay algo más igualitario que la voluntad? No lo creo.
Otro de mis más recientes descubrimientos es la española Coco Dávez. La obra de Coco tiene reminiscencias fauvistas y pop junto con la simpleza estética que parece demandar el arte a día de hoy. Son colores puros y pocas líneas. Ahora está inmersa en la serie Faceless, en la que retrata a grandes personalidades con una corta gama cromática y sin necesidad de plasmar su cara en el lienzo. Es el máximo exponente del vestuario como una parte más de ti mismo. De la importancia de la ropa en la construcción de una personalidad. En anteriores colecciones sus obras giraban en torno al cuerpo femenino. Y qué importante me parece ver a mujeres, pintando a mujeres para que sus obras sean disfrutadas por personas, sin importar el género.