El sol calienta ya en Burdeos lo suficiente como para confundirlo con el sur en estas fechas. Llevan años hablándonos de cambio climático, pero parecíamos hacer oídos sordos. Sigamos mientras la máquina ande, parecíamos decir. Ahora nos resulta raro que hace una semana Burdeos pareciese Bilbao en febrero y ahora parezca Sevilla en junio. Pero más le gustaría al Garona tener el duende del Guadalquivir y desembocar en Cádiz. Mucho menos Burdeos huele a sal como la playa marbellí donde me crié.
Estos días el portal Datadista ha publicado un artículo muy interesante sobre el crecimiento de Marbella durante la última etapa del franquismo. Es decir, durante los años de apertura. Hablan de la influencia de los aristócratas europeos, de los famosos americanos y, sobre todo, de la opulencia de los reyes saudís. Sin pasar por alto a Banús aliado beneficiándose de un trato muy favorable por parte del gobierno franquista que veraneaba en la ciudad. Y pensar que antes de todo esto Marbella fue la primera ciudad de España en la que se instalaron unos altos hornos. Sí, Marbella fue una potencia industrial en el despertar de este sector en España y ahí queda la plataforma de la Playa del Cable como prueba. En esa época Marbella vivía del pescado y de la agricultura, nada que ver con la joya del tercer sector que es ahora.
No puedo culpar a ninguno de las figuras anteriormente citadas de lo que hicieron, porque estoy seguro de que la mayoría lo hicieron por la atracción de un entorno tan bucólico como el que ofrece la Costa del Sol. Aunque la atracción por el dinero no fuese menor. Y no les culpo porque yo, que tuve la suerte de nacer al abrigo de las olas y a la sobra de una sombrilla de caña clavada en la arena estoy completamente enamorado de esa mi ciudad. Porque la ando buscando en todas las ciudades que piso con fatal resultado. Porque añoro mi infancia remando frente a la orilla de ese trozo de Cuba en San Pedro con nombre de fruta tropical que es La Guayaba. No todo pasado en Marbella fue mejor, ahí quedará siempre la mancha del GIL y sus derivados casos de corrupción, pero sé que es ese pasado común el que me ha traído la ciudad que hoy extraño. Tendremos que seguir buscando el sur.