Parecía inerte al alba. Ella, que durante la noche había redefinido la femme fatale, ahora parecía tener un armario lleno de vestiditos de flores. Con los pies al aire y una mano sobre la almohada podía ser cualquier cosa. Por momentos la veía con un vestido de lino blanco en la Toscana y en otros se enfundaba un mono de piel para entrar a tugurios donde sirven cerveza caliente y las mujeres son frías como témpanos. Yo, que la había conocido como un ente lleno de aristas, la veía ahora como un tarrito vacío que llenar de cualidades. Me recorrió un escalofrío por el cuerpo: miedo a enamorarme de mis expectativas. Como de aquella chica de aquel semáforo que no terminó siendo la misma cuando la encontré en el bar. A veces, descompasaba la respiración y me gustó pensar que lo hacía para que no la sintiera perfecta, impoluta, inmaculada. El siguiente impulso fue taparla, siempre pensé que con los pies fríos no se puede soñar. Hay veces que me gusta pensarme en una situación así y, frío como de glaciar, decantarme por no hacer café para desayunar. Dejar una notita y largarme sin más. Pero ahí estaba, viviendo tantas vidas como fuera posible antes de salir de la ducha porque se acabó el gas y comprobar que en la cama, deshecha, sólo quedaba su olor. Que el café se había acabado y que con los pies fríos no se sueña bien.

Mestura es un proyecto colaborativo entre Okaro y Jorge Pedrosa. Una suma de miradas en la que se van aprendiendo en dos tiempos. Primero, Okaro plasma en una fotografía su visión de la realidad. Después, Jorge Pedrosa, digiere, tamiza y le pone texto a la imagen.