«El columnismo puede ser un fraude si has creído que es el centro del periodismo» / «Se volverá a hacer gran periodismo, pero en menor medida» / «Creo que Antonio Banderas denigró la imagen de Málaga por primera vez» / «Parece que desde la dirección de Diario Sur han tendido a empequeñecer la opinión de los intelectuales cuando está en contra de la opinión del periódico»
Entrevista realizada por Jorge Pedrosa y Demófilo Peláez
Como el mago Chung Ling Soo,que no creía en la magia, Teodoro León Gross (Málaga, 1966) es el columnista que cree que las verdaderas estrellas del periodismo son los reporteros, el veterano que apuesta fuerte por las nuevas generaciones y el practicante de las lecciones magistrales que aplaude la modernización de la Universidad. Lo lees en ‘El Mundo’, lo escuchas en la SER y lo ves en el centro de la polémica del ‘coitus interruptus’ de Antonio Banderas con el Teatro Astoria en Málaga.
De expresión tozuda, hay quien dice que Teodoro es el Ignacio Camacho malagueño y Camacho, el Teodoro León Gross sevillano. «No sé quién lo ha dicho, pero huele a Agustín Rivera», nos responde riendo. Reconoce a Camacho como uno de sus mayores referentes, pero su nombre se suele asociar más a una leyenda viva: Manuel Alcántara, de cuya fundación es director y con quien compartió páginas en el ‘Diario Sur’ durante tantos años. Teodoro es, ante todo, una de las grandes referencias docentes de las distintas generaciones de universitarios periodistas afincados en Málaga.
Corre el rumor por la facultad de que te vas de la Universidad de Málaga.
Me despedí de los alumnos de primero y llegué a darme la mano con el rector de la Universidad Loyola para irme a Córdoba y Sevilla el año que viene, pero al final me quedo. Era una decisión estratégica, una buena oferta ante unas determinadas circunstancias, y ahora han cambiado las circunstancias.
Estoy en un momento de reubicarme un poco. He acumulado mucha vida profesional paralela y tengo que poner orden. Me ha faltado, a veces, decir que no a cosas que debería haber dicho que no. Siempre hacer una cosa distinta me interesa, me embarco y una vez embarcado, me falta el aire.
¿Va ganando peso, por tanto, la actividad periodística práctica a la docencia?
Yo no hago una distinción radical entre la una y la otra. Lo hace más la pésima legislación, que impide que un funcionario a tiempo completo tenga una vida laboral complementaria interesante. La Universidad fomenta mucho la mediocridad. Escribes una columna y casi el 50% es para Hacienda, el 15% es para un impuesto revolucionario que pasa la Universidad y quizás te quede un último párrafo para ti. En la universidad privada, puedes cobrar porcentualmente según tu tiempo de trabajo. Aquí solo puedes irte a tiempo parcial, con una bajada del sueldo casi innoble. Claramente está hecho para que un profesor se lo piense muy bien antes de irse a tiempo parcial y de tener una actividad profesional consistente.
Para mí, en teoría, no habría que distinguirlo. Tengo una cierta desconfianza de la enseñanza periodística desde la teoría. La reflexión sobre el periodismo me parece muy importante, pero hay un enorme superávit de clasificaciones y divisiones, se crean minifundios del conocimiento en los que el profesor se atrinchera. En el periodismo hay que estar muy atento a lo que sucede en la realidad y reflexionar sobre eso. Un profesor de Periodismo que no haya ejercido el periodismo, que no lo haya sufrido, me parece que está fuera del entendimiento real de lo que es esto.
¿Cómo ha cambiado la enseñanza de Periodismo en los más de 20 años que llevas como docente?
Ha cambiado más que yo. Todo el mundo se tiene que renovar. Al alejarse de la juventud, mucha gente dice: «Estos ya no son mis tiempos». Todos los tiempos que vives son tuyos. En la Universidad se da una paradoja: es lenta, pero desde la introducción del plan Bolonia hay una gran voluntad de transformarla. Hay ganas de hacer cosas distintas con una estructura que se resiste a hacer cosas distintas.
Hace 20 años había mayor cercanía con los estudiantes, yo tenía treinta años y las clases eran muy pequeñas. Ahora percibo una barrera. En algún momento, esas relaciones de confianza te llevan a que se especule sobre si tienes una aventura con alguna alumna y a mí todo aquello me provocó adversión. En una ocasión, mi mujer entró en la facultad a recogerme y se encontró con un cartel que alguien había puesto: «Teodoro León Gross es maricón porque no se ha enrollado con no sé quién». Algo por el estilo, que resulta desagradable. Una cierta distancia es protectora y, por ejemplo, aprendes a dejar la puerta abierta del despacho.
Sobre todo, se ha dado un paso desde las lecciones magistrales muy potentes hasta la actual docencia, mucho más dialogada y práctica, que creo que ha sido enriquecedor para la Universidad. Seguramente, yo no estaré en la vanguardia de las principales líneas de innovación docente.
¿Cómo ve a las nuevas generaciones?
Sin perder la esperanza. Tras el artículo sobre los millennials de Navalón, observé en Twitter que los profesores universtarios defendían a los millennials, mientras que intelectuales o periodistas de cierta edad eran los más reticentes. Yo defiendo enormemente a la gente joven. Están más y mejor preparados que nosotros, lo que no significa que sepan más.
Además de que antes la Universidad sólo era para la élite -lo cual es un fracaso como sociedad-, nosotros éramos estudiantes anarco-individualistas que competían y que rara vez adquirían competencias. Un joven hoy habla idiomas, tiene recursos tecnológicos, la capacidad de trabajar en equipo… Seguramente no ha leído a Quevedo como lo leímos nosotros, pero es más competitivo para enfrentarse al mundo del siglo XXI. Yo soy muy mal director, siempre pienso en clave individual y eso es estar mal formado para encarar la vida profesional.
Raúl del Pozo dice que ahora todos los niños quieren ser columnistas.
El columnismo siempre nos ha producido mucha fascinación porque son las estrellas del negocio. Es una deformación patológica del periodismo español, las estrellas deberían ser los reporteros. Esa patología se debe a que el columnismo es un género más barato. Los columnistas ganamos, o ganábamos, más que los redactores, pero un sólo reportaje vale los miles de euros que cobran al mes los columnistas estrella. La opinión tiene importancia, pero es el complemento del periodismo.
Además, durante las épocas de privación de libertad, para evitar los juicios políticos, se llenaban los periódicos de literatura. A Manuel Alcántara, a finales de los ’50 y principios de los ’60, le daban una fotografía de un paisaje de un lago o un perrito en una acera y tenía que escribir la columna sobre eso. Eran de una calidad estupenda, pero fuera de la realidad. La literatura era la solución a la falta de periodismo real. Entre la carencia de libertad y de recursos, vemos que ahora las estrellas de este negocio no son los que tienen más información u olfato, son los que escriben como literatos. Si conseguimos que los reporteros, entrevistadores y corresponsales sean reconocidos, estaremos mejorando el periodismo.
¿Cree que el del columnismo es un mundo machista?
Creo que el mundo es machista. Si hago memoria de lo que ocurría en mi infancia, el machismo era acojonante. Yo he tenido la suerte de crecer en una familia muy progresista y creo que de algo me liberé, pero soy hijo de un tiempo y arrastro tics que no termino de domesticar. Alguna vez me han echado en cara la ausencia de mujeres en mesas redondas. Yo tengo mis reservas respecto a la discriminación positiva, pero por disciplina mental es normal que siempre ponga, al menos, a una mujer: si no, estás contribuyendo a que se visualice como estrictamente masculino un mundo que no lo es.
En el mundo del periodismo, no son pocas las mujeres que renuncian a parte de su vida laboral para estar más tiempo con los hijos. A veces, estar en los grandes cargos ejecutivos supone la renuncia a la vida familiar: los hombres, dentro de esta cultura machista, lo aceptamos con naturalidad y se lo transferimos a las mujeres. La mujer soporta unas limitaciones que le transferimos los hombres desde una cultura machista y masculina.
¿Es ‘El Mundo’ el mejor sitio para un columnista donde estar?
Sin duda. Por desgracia, los periódicos han pasado de ser de una potencia, importancia, proyección social, prestigio, influencia…, a empresas en crisis. Dentro de que hemos sufrido dichas consecuencias, para alguien como yo que quiere opinar desde cierta transversalidad -y nadie me podrá discutir que no tengo identificación clara con un partido político, ahora menos que nunca- la pluralidad de ‘El Mundo’ es muy acogedora.
Umbral duró un mes en ABC: el monolitismo de los lectores, que hoy es notoriamente menor, no era capaz de aceptar la libertad con la que escribía Umbral. Hoy eso ha cambiado y todos los periódicos se han abierto, pero ‘El Mundo’ tiene una cultura de mimo a la opinión y a la pluralidad heredada de Pedro J, con independencia de que dentro de dos meses yo pueda estar fuera.
¿Qué opinas de aquello del cipotudismo?
Lo he seguido con interés. Es una de las palabras que tiene un origen claro, en el artículo de Íñigo Lomana, pero que ya es temerario usar porque significa demasiadas cosas distintas.Yo entiendo el cipotudismo vinculado a la afirmación del yo, el ethos tradicional del articulista, parte esencial del prestigio y eficacia del género. Es una corriente en el sentido de que hay firmas muy jóvenes, muy talentosas, que trasladan la reafirmación del yo de las redes sociales a su articulismo.
En mi generación, la columna es una reflexión en la que eres mediador, no un personaje más. Yo, por ejemplo, no he usado la primera persona del singular en una columna hasta pasados los cincuenta años. Me parece indecoroso.
¿Cómo es hacer opinión en provincias, lejos del bollo del cogollo de la cotorra?
Tomé la decisión de quedarme en Málaga a vivir a los veintiséis años. Como decía Hitler, aunque la idea es nietzscheana, las decisiones hay que pensarlas mucho hasta tomarlas y luego, dejar de pensarlas una vez tomadas. Para mí vivir ha sido importante, y la profesión periodística a veces no es vida. En cualquier caso, hacer columnismo de provincias es un placer. Tiene una potencia de retorno maravillosa y el taxista o el peluquero te comenta tu artículo. Hacer periodismo de provincias es necesario, igual de digno y más divertido. Al final, me he encontrado trabajando en Madrid sin necesidad de estar allí.
¿Hasta qué punto es positivo que en el periódico se imponga la lógica empresarial al intelectual colectivo de la redacción, como en el caso de la destitución de Cuartango?
Sufrimos mucho de traumas sentimentales. Cuartango era un hombre profundamente querido, pero este es un proyecto con líderes que tienen que tomar decisiones. En un periódico es perfectamente normal -y hay que aceptar- que la empresa sitúe al frente a un piloto en quien confíen para esta travesía, nada fácil.
Últimamente, se nota un cierto repunte en la apuesta por el columnismo de los nuevos medios.
Hasta cierto punto resulta inquietante, hay una lista interminable de articulistas. El motivo para publicar columnas no es sólo la rentabilidad, también va con el modelo de periodismo latino. Es muy confortable leer opiniones que refuerzan tu concepción del mundo. No es que leamos opinión, es que leemos aquella opinión que coincide con la nuestra. Además, el modelo de prensa de referencia del siglo XX se está diluyendo y el blog o el artículo son géneros que funcionan muy bien. Son cortos, con mucha pegada, con una libertad de lenguaje impactante que seduce con cierto populismo. Es un género que encaja bien: rapidez, brevedad, multiplicidad… Todos aquellos factores que Italo Calvino intuyó en la literatura del nuevo milenio los tiene el artículo y, sobre todo, el artículo de blog.
La columna tenía un cierto virtuosismo por su formato inflexible. Una de las dificultades era que tu opinión tuviera siempre 2800 caracteres o 3100, tuvieras mucho o poco que opinar. Ahora el diseño es flexible y hay ciertos autores que dan rienda suelta a la longitud. El artículo ha de ser necesariamente corto, aquello que decía Camba de escribir dos folios como condición para publicar solamente uno. A veces borrar tiene un punto traumático, pero hay que escribir, como decía el maestro Alcántara, cerca del punto y final. Él es un maestro porque viene del soneto, con esa mentalidad fija de versos y rimas que te hace concebir la columna con mucha arquitectura.
Sin embargo, Eduardo Suárez recalcaba que ninguna de las 150 entradas más leídas de ‘El Español’ era una columna.
Es perfectamente natural que así sea. ‘El Español’ publica buenas historias y titula con una agresividad más considerable. Ninguno de las 150 era una columna de opinión, pero ¿cuántos de ellas eran los mejores reportajes o las mejores crónicas? En cualquier caso, el buen periodismo potente es contar historias en reportajes, en corresponsalía o hablando con personajes. El columnismo es un complemento excelente. ¿Por qué, si ninguna de las columnas está entre las entradas más leídas, los nombres que más se conocen de ‘El Español’ son los de sus columnistas?

Parece que los columnistas jóvenes apuestan por el columnismo deportivo.
Yo creo que es un fenómeno interesante. La crónica deportiva siempre ha tenido una gran tradición literaria. Gistau abrió camino en sus columnas sobre el Real Madrid y de boxeo –que es su gran pasión– y ahora parece que Jabois representa al madridismo de provincias. Los demás se han apuntada a una impronta que está teniendo éxito, el periodismo deportivo es un periodismo muy popular y que te abre un público que la crónica parlamentaria no.
¿Qué deporte tiene más épica: el boxeo o el ciclismo?
El boxeo, sin ninguna duda. Pero el ciclismo no está mal y ha tenido muy buenos narradores en los últimos tiempos. Me gusta el ciclismo, pero no soy un apasionado. No me pierdo la montaña del Tour ni las del Giro o las etapas reinas de la Vuelta, pero no soy un gran aficionado. En cuanto a la épica la que es insuperable es la del boxeo, porque en el boxeo –como en los toros– está presente la muerte. Es difícil que muera un boxeador, pero es posible. El boxeo no es un juego, pones en juego tu vida, que no es lo mismo. El drama del deporte alcanza su paroxismo cuando no luchas contra el tiempo o contra las leyes físicas, luchas contra otro hombre.
Emilia Landaluce o Quique Peinado han llegado a decir que el columnismo es un fraude.
Yo no lo veo como un fraude. Desde que empecé a escribir he tenido muy claro que la columna es un género sustancial pero complementario de la información. Entiendo que quienes hayan creído que el periodismo de opinión es el periodismo sientan que es un fraude, pero como yo no lo he creído nunca no puedo compartir esa idea. A todo el mundo le gusta leer opiniones expresadas con cierta claridad mental, bien argumentadas y bien escritas, por eso es un género magnífico para el periodismo.
El columnista te ayuda a que tomes partido y lo hace con el talento necesario para que eso resulte no solamente un servicio sino un placer, un tiempo interesante de lectura. Eso no es un fraude, comprendo que aquellos medios que hayan querido convertir el periodismo de opinión en el centro ahora se bajen del caballo.
Ángel Martín dijo que debía dirigir todas las televisiones nacionales después de un comentario sobre Jesulín.
Sí, fue una anécdota interesante. En las tertulias no están acostumbrados a que un tertuliano viva «con absoluto desinterés» un tema como ese. La clásica broma del experto en política que ahora se está convirtiendo en experto en incendios o del corazón para su próxima tertulia es verdad. Hay una frase que irrita mucho a los periodistas y que sin embargo a mí me gusta y es la que dice: «Tenemos un océano de conocimiento con un milímetro de profundidad». Algo de eso hay, cuando vas a una tertulia se entiende que tienes que hacer un comentario ágil y asequible para un público general; no estás haciendo un comentario especializado en profundidad. El tertuliano es una figura fácilmente caricaturizable.
¿Tienen las tertulias algo que ver en la crisis de credibilidad del periodismo?
No lo creo. Yo creo que la crisis del periodismo tiene que ver con la información. Un periódico tiene que contar bien el mundo y después aportar firmas que comenten lo que está pasando. La crisis del periodismo tiene que ver con la crisis económica, que ha hecho que los recursos que se invierten en contar el mundo hayan disminuido y con esto la calidad de la información.
Hoy un tertuliano es igual que hace treinta años. Es verdad que se ha ampliado mucho el número y siempre que se amplía el número de algo se reduce su calidad.
¿Cuando pase la crisis económica volverá el periodismo de antaño?
No. Las grandes cabeceras de antaño no van a volver. Quedarán algunos periódicos de papel como un producto de élite, pero ya no tendrán la influencia que tenían antes. Vamos hacia el periodismo en múltiples plataformas donde la capacidad de monetizar esos productos todavía no está resuelta y, por tanto, donde la capacidad de financiar buen periodismo no está resuelta.
Esto no quiere decir que no habrá buen periodismo. Se hará muy buen periodismo, pero en cantidades mucho más bajas que antes.
¿Cómo valoras publicaciones como OK Diario o Periodista Digital, que además están dirigidas por quienes fueron grandes referentes del periodismo?
El periodismo es la profesión más noble que hay, a condición de dejarla a tiempo. He pensado mucho sobre esa frase y he llegado a la conclusión de si debería ser así. En el momento que tu manera de mirar al mundo se cruza con tus intereses personales, no sé si sería el momento de dejar el periodismo. El periodista es una especie con gran capacidad de adaptación y Alfonso Rojo vio un nicho de mercado que explotar y se aferró a ella.
El periodismo sensacionalista en España nunca tuvo buena acogida en la prensa de papel y ahora parece que Internet es el lugar idóneo para que surja esta tendencia que nos parece tan rara, porque no estamos acostumbrados, pero que es una tendencia que se ha venido dando en el resto de Europa.
¿Ha influido su relación con Manuel Alcántara en su carrera?
Todas las personas con una mirada ilustrada con las que te relaciones mejoran tu carrera del mismo modo que te mejoran a ti. Para mí ha sido un privilegio conocerle y mantener con él las larguísimas conversaciones que hemos tenido y seguimos teniendo. Pero a efectos de mi carrera no creo que haya tenido impacto ninguno, cuando escribí en Sur no lo hice por Alcántara y cuando me fui de Sur no hubo ninguna intervención ni lo esperaba de su parte; tampoco ha influido en que haya fichado por El Mundo o por cualquier otro medio.
Parece que, desde su salida de Diario Sur, la cabecera está enfrentada a los intelectuales.
Creo que es un gran error de la dirección del periódico. Sur ha tornado en cierta medida hacia el populismo y ha apostado por mostrar algunas de las personalidades de la ciudad, cosa que me parece bien; pero no es la manera de hacer buen periodismo, como ya he dicho anteriormente.
Parece que desde la dirección han tendido a empequeñecer la opinión de los intelectuales cuando está en contra de la opinión del periódico. Creo que es un grave error, aquella sociedad que da la espalda a la opinión de sus intelectuales es siempre una sociedad peor. Me parece que es una simple coartada para defender proyectos que estaban teniendo una crítica muy fuerte. Los intelectuales se equivocan, pero es una práctica ilustrada conveniente escucharles y demonizarlos es un absurdo. El intelectual es una figura incómoda con la que puedes aprender a convivir o puedes estigmatizarlo. En las sociedades ilustradas se aprende a convivir y en las no ilustradas se les estigmatiza.
Parece que se ha linchado a Antonio Banderas.
A mí me han dicho que mis comentarios han influido definitivamente en la decisión de Banderas. Yo no lo creo. Antonio Banderas ha tenido un papel de embajador de la ciudad que la ciudad le debería agradecer como es lógico. Yo creo que se ha echado, razonablemente, atrás. Entendió que era posible una modificación de elementos por la altura, pero nunca por los usos. Un edificio cultural puede tener un par de espacios comerciales, pero no un 75% de la facturación del proyecto, en el que parece que el teatro es una excusa para lucrarse con los espacios comerciales. Creo que se equivocó en la manera de echarse atrás, cayó en el victimismo. No es fácil decir que te echas atrás porque crees que no va a salir adelante y creo que, por primera vez, Antonio Banderas ha denigrado la imagen de la ciudad.