Cosas que me han hecho feliz esta semana VIII

No hay nada como que te llegue una oferta de trabajo para mover todos tus cimientos en una llamada. Y nada como rechazarla para recordarte que, pese a las quejas, estás en el sitio que tienes que estar. Hay pocas llamadas que te acerquen más a ti mismo, que te cojan de las solapas y te pregunten tantas cosas a bocajarro. ¿Dónde quieres estar? ¿Quién eres y quién quieres ser? ¿Vocación, estabilidad o dinero? Hay negaciones que reconcilian con uno mismo: eres quien quieres ser y no quien quieren que seas. Lo de impostar quedó atrás y qué bien. Hay negaciones que se hacen más a gusto después de que una ronda de llamadas por las iniciales que más suelen aparecer sólo devuelva apoyo incondicional. Uno acaba siendo los amigos que tiene.

Yo tengo amigos de esos a los que llamas y media hora más tarde han cambiado todos sus planes para hacerte un favor. De los que se ofrecen para una mudanza sin que haga falta que se los pidas. Amigos de los que dan sin esperar recibir. A mí mis amigos me salvan de naufragios continuamente. Algunos me cogen el teléfono a las tantas, otros no me responden los mensajes a no ser que sea algo tremendamente importante. Amigos que viven de la presencialidad y otros que se dejan notar pese a la lejanía.

El sábado fui a tomar una cerveza y me encontré con varios cumplidos literarios que no esperaba. Uno escribe esperando que alguien lo lea y le guste, pero no espera encontrar a ese lector anónimo y que le diga lo bien que lo hace. Quizás porque tenga que acostumbrarme aún a creerlo. Además, P. estrena programa. Ella también espera que no la vea nadie y por eso no la aviso hasta que no ha salido. Es un flan, pero pese a ello no ha lanzado los papeles y se ha ido en medio del directo. Tengo amigos que afrontan sus miedos y los superan, tengo amigos que son referentes al alcance de la mano.

España me da un par de alegrías de esas volátiles e inesperadas. De eso asumo todo el mérito, como de las decepciones, muchas alegrías sólo viven en lo que uno mismo puede esperar de ellas. Es una lucha continúa entre tus esperanzas y la realidad. También descubro a Andrea Motis y me quedo dormido sobre su trompeta. Siempre me pareció que no se puede esperar nada del jazz, porque el jazz es improvisación. Es decir, el jazz es trabajar tanto que la gente no note que lo has hecho. A algo así aspiro yo en la vida.

Recuerdo unos versos que escribí no hace tanto:

En ese momento comprendí el arte abstracto de Kandinsky:
maquillaje, eyeliner y pintalabios en una funda de almohada
que no sabía si lavar o enmarcar.

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