Siempre me gustó hablar con las manos. Aunque disfruto más escuchando lo que tienen que decir. Es una fijación casi obsesiva desde que entrevistando a una víctima de violencia de género me topé con sus yemas acariciando la base de su anular izquierdo, buscando obsesivamente una alianza que jamás volverá. Quizás esos dedos buscaban en …

